miércoles, 8 de julio de 2009

Laprida

Francisco Narciso Laprida nació en San Juan el 28 de octubre de 1786 y falleció el 22 de septiembre de 1829 en Pilar, cerca de la ciudad de Mendoza. Fue miembro del Partido Unitario, grupo de ideología liberal que abogaba por un gobierno centralizado de las Provincias Unidas del Río de la Plata. Fue un notable letrado y político que ejerció de diputado por San Juan en el Congreso de Tucumán a la vez que de presidente cuando durante en este congreso se proclamó la independencia de Argentina el 9 de julio de 1816. Junto a José de San Martín participó en la creación del Ejército de los Andes. En 1815 fue enviado como diputado al Congreso de Tucumán y el primero de julio de 1816 ocupó la presidencia y tomó juramento a los diputados. En Tucumán primero y más tarde en Buenos Aires el congreso proclamó la Declaración de Independencia de la nación Argentina y redactó la Constitución de 1819. Esta constitución que estuvo influenciada por las Cartas Magnas de diversos países como las de Estados Unidos de América, Francia y en menor medida por la constitución española de 1812 tenía una fuerte impronta unitaria, establecía la separación de poderes (legislativo, ejecutivo y judicial) y estaba diseñada para amoldarse a un sistema monárquico constitucional, el cual era bien visto por algunos de los congresistas implicados en su elaboración. Pero la constitución encontró una fuerte oposición de las provincias afines al federalismo. Aún así, pese a su efímera existencia, muchos de sus artículos serían refundidos en las siguientes constituciones de 1826 y 1853. El Congreso de Tucumán fue clausurado en 1820 tras la derrota del Directorio en la Batalla de Cepeda. Posteriormente Francisco Narciso de Laprida regresó a San Juan donde ocupó el cargo de gobernador en sustitución de José Ignacio de la Roza (1786-1834) empleándose con dureza contra algunos conatos revolucionarios. En el año 1824 volvió a representar a su provincia, en esta ocasión en el Congreso General Constituyente y del cual fue presidente al año siguiente. Una vez el Partido Unitario inició un proceso de desintegración acelerado y el militar federalista Manuel Dorrego (1787-1828) fue fusilado, regresó a San Juan y más tarde a Mendoza escapando de la persecución de Juan Facundo Quiroga (1788-1835). En su huida fue alcanzado por las tropas de José Félix de Aldao que lo asesinan en septiembre de 1829. Sus restos mortales nunca fueron hallados. Más de un siglo después de su muerte, en 1943, Jorge Luis Borges, el reconocido escritor de fama mundial y descendiente lejano de Francisco Narciso de Laprida, honró la memoria de éste en su obra Poema Conjetural.


POEMA CONJETURAL 

El doctor Francisco Laprida, asesinado el día 23 de septiembre de 1829 por los montoneros de Aldao, piensa antes de morir:




Zumban las balas en la tarde última.


Hay viento y hay cenizas en el viento,


se dispersan el día y la batalla
deforme,

y la victoria es de los otros.


Vencen los bárbaros, los gauchos vencen.


Yo, que estudié las leyes y los cánones,


yo, Francisco Narciso de Laprida,


cuya voz declaró la independencia


de estas crueles provincias, derrotado,


de sangre y de sudor manchado el rostro,


sin esperanza ni temor, perdido,


huyo hacia el Sur por arrabales últimos.



 

Como aquel capitán del Purgatorio


que, huyendo a pie y ensangrentando el llano,


fue cegado y tumbado por la muerte


donde un oscuro río pierde el nombre,


así habré de caer. Hoy es el término.


La noche lateral de los pantanos


me asecha y me demora. Oigo los cascos


de mi caliente muerte que me busca


con jinetes, con belfos y con lanzas.



 

Yo que anhelé ser otro, ser un hombre


de sentencias, de libros, de dictámenes,


a cielo abierto yaceré entre ciénagas;


pero me endiosa el pecho inexplicable


un júbilo secreto. Al fin me encuentro


con mi destino sudamericano.


A esta ruinosa tarde me llevaba


el laberinto múltiple de pasos


que mis días tejieron desde un día


de la niñez. Al fin he descubierto


la recóndita clave de mis años,


la suerte de Francisco de Laprida,


la letra que faltaba, la perfecta


forma que supo Dios desde el principio.


En el espejo de esta noche alcanzo


mi insospechado rostro eterno. El círculo


se va a cerrar. Yo aguardo que así sea.



 

Pisan mis pies la sombra de las lanzas


que me buscan. Las befas de mi muerte,


los jinetes, las crines, los caballos,


se ciernen sobre mí ... Ya el primer golpe,


ya el duro hierro que me raja el pecho,


el íntimo cuchillo en la garganta.






(Jorge Luis Borges, 1943)


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